![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUUL4WBPV20Q93oRUKHXtOdSi2xf4NbQvmlzEAxK0DP2juj9a_piyoWA8OG0U0yKPaIehvi1An3SfGcbDJ2rC4xw0RoJmZIfhwQe_FDE64zq2AJ-pe3nO1rA8SgnMwtF3CC_4Cpv4Xt7E/s320/35132696_c4904fd29b.jpg)
El mejor mundo alternativo de ciencia ficción que ha surgido de los escritores británicos, Antihielo es una visión sombría de la Gran Bretaña de finales del siglo XIX. Baxter utiliza la trama de su tercera novela para examinar el imperialismo, los pros y los contras del equilibrio de poderes basado en la destrucción mutua asegurada, y la responsabilidad moral de los inventores. Y, además, también es un libro divertido.
PRÓLOGO
UNA CARTA A UN PADRE
7 de julio de 1855
Frente a Sebastopol
Mi querido padre:
Apenas sé cómo dirigirme a usted después de la vergonzosa conducta que me obligó a abandonar el hogar. Sé muy bien que ha pasado todo un año sin recibir ni una palabra mía, y sólo puedo ofrecer mi gran vergüenza como única excusa para mi silencio. Puedo reafirmarle mi culpa al pensar que usted, madre y Ned podrían haberme supuesto en alguna oscura región de Inglaterra, solo, sin un penique y moribundo.
Señor, el amor y el deber se han aliado con los acontecimientos extraordinarios de los últimos días para obligarme a romper mi silencio. Padre, estoy sano y salvo y sirvo en el 90 Regimiento de Infantería Ligera por la causa del Imperio en la campaña de Crimea. Comienzo este relato sentado sobre los restos de la fortificación rusa que llamamos Redan — por «diente» en francés, entienda, un conjunto no muy impresionante pero eficaz de sacos de arena y albarradas— frente a las minas de Sebastopol. Estoy seguro de que estas noticias le sorprenderán ya bastante —y me atrevo a esperar que su corazón se alegrará de que haya sobrevivido hasta ahora— pero aún así, debe usted prepararse para sorpresas mayores, querido padre, por lo que tengo que contarle. Sin duda ha leído las crónicas de Russell en The Times sobre la destrucción final de la fortaleza de Sebastopol por parte de ese tipo Traveller y su infernal proyectil de antihielo. Señor, yo fui testigo de todo aquello. Y —dada mi eterna deshonra— considero el haber sobrevivido un regalo del Señor que no merezco, ya que tantos buenos compañeros —no sólo ingleses, también franceses y turcos— han caído a mi alrededor.
Le debo algunas explicaciones sobre mi conducta después de abandonar el hogar en Cobham, aquel terrible día del año pasado, y sobre cómo llegué a esta remota costa.
Como sabe, sólo me llevé unos pocos chelines. Mi ánimo era de menosprecio, Señor, y de vergüenza; decidido a expiar mi culpa, me dirigí a Liverpool y allí me alisté en el 90 Regimiento. Me uní como soldado raso; por supuesto, no tenía forma de adquirir un nombramiento de oficial, y en todo caso me había decidido a descender, a mezclarme con los más bajos hombres, para poder así purificarme de mi pecado.
Descargar
0 comentarios:
Publicar un comentario